viernes, 12 de diciembre de 2014

Un pequeño souvenir.

Siempre miró a sus ojos miel y desvergonzados con una ternura extraña y un cuidadoso deseo de medir cada cosa que le decía, era anormal bailar con alguien a quien pisaba y aún así disfrutaba. La costumbre le hacía tener un hábito arraigado en el cual sabía distinguir una tristeza con tan solo un "hola" desganado y eso le hacía tener una experiencia valiosa por sobre cualquier otro. Y es que el amor es un arte de habitos y de detalles, es la mas minuciosa forma de vivir, y de sentirse expuesto.
Llegó una noche llena de nubes rojas en la que tuvo que decirle acerca de una partida, una ausencia fria, una ida por un tiempo, y una promesa de pensarla hasta en las noches mas febriles. Ella solo pidió una cosa, ella pidió algo que tuviera significado, ella pidió solo un recuerdo. El entonces le dijo: si he de darte un ultimo recuerdo, te besaré hasta los pensamientos.

Julio Orozco

viernes, 5 de diciembre de 2014

El vacío de los cuartos.

En los dias en los que una lluvia recomendaba su estadía, Willian se dedicaba a contarse historias a si mismo, basándose en las fotos viejas y llenas de polvo en las que estaba acompañado del único ser que había logrado fijar en su rostro una sonrisa que solo una metástasis logró desdibujar hacia 10 años. Hacia 10 años exactamente que se dedicaba a conversar con la apnea y el insomnio; los invitaba a que se quedaran a dormir, le encantaban los recuerdos de habitaciones con olor a alcohol. Memorizó cada defecto del suelo limpio de aquel hospital, porque miraba mucho hacia un cabello de hebras delgadas, mientras llevaba a su moribunda alma gemela, hacia el area de oncología en una silla de ruedas.
Nunca en su vida volvió a llorar, nunca volvió a tener un momento de extasis, se había convertido en un ser lleno de dudas que vencían a las razones que sus amigos le daban. Solo lloró una vez con una conversación llena de cerveza negra y memorias cortantes. Sus ojos se llenaron de polvo, ya que el desuso de emociones y empatia se habia tornado en un hábito de amplias proporciones, un hábito que lo había alejado a vivir en un apartamento cargado de color sepia y de albumes llenos de polvo.
Recordó todo acerca de emily, recordo la forma en la que se mordía los labios al ponerse nerviosa, recordó las veces en las que sumergía su nariz en su espesa cabellera dorada, recordó los pequeños huequitos que se hacían en sus mejillas cuando sonreía, recordó cada una de sus muecas, cada uno de sus defectos, manías, recordó cuanto odiaba ser despertada para ir al trabajo, recordó como caía su ropa suavemente al desvestirse para ir a dormir, recordo cada detalle tallado por el mismísimo Dios en todo su cuerpo, recordó cada discución, cada café en días frente a la chimenéa y hasta recordó la vez en la que ella ya no podía caminar.
Sus ojos rojos explicaban la desesperación y la impotencia ligada a la miseria de perder a alguien, se peleó con su mente, con su voz y con sus intentos de superarlo y al final cedió; No se rindió, se entregó. Quedó dormido en el sofá, como todos los aniversarios anteriores, pero esta vez su descanso llegaría.
Julio Orozco