viernes, 5 de diciembre de 2014

El vacío de los cuartos.

En los dias en los que una lluvia recomendaba su estadía, Willian se dedicaba a contarse historias a si mismo, basándose en las fotos viejas y llenas de polvo en las que estaba acompañado del único ser que había logrado fijar en su rostro una sonrisa que solo una metástasis logró desdibujar hacia 10 años. Hacia 10 años exactamente que se dedicaba a conversar con la apnea y el insomnio; los invitaba a que se quedaran a dormir, le encantaban los recuerdos de habitaciones con olor a alcohol. Memorizó cada defecto del suelo limpio de aquel hospital, porque miraba mucho hacia un cabello de hebras delgadas, mientras llevaba a su moribunda alma gemela, hacia el area de oncología en una silla de ruedas.
Nunca en su vida volvió a llorar, nunca volvió a tener un momento de extasis, se había convertido en un ser lleno de dudas que vencían a las razones que sus amigos le daban. Solo lloró una vez con una conversación llena de cerveza negra y memorias cortantes. Sus ojos se llenaron de polvo, ya que el desuso de emociones y empatia se habia tornado en un hábito de amplias proporciones, un hábito que lo había alejado a vivir en un apartamento cargado de color sepia y de albumes llenos de polvo.
Recordó todo acerca de emily, recordo la forma en la que se mordía los labios al ponerse nerviosa, recordó las veces en las que sumergía su nariz en su espesa cabellera dorada, recordó los pequeños huequitos que se hacían en sus mejillas cuando sonreía, recordó cada una de sus muecas, cada uno de sus defectos, manías, recordó cuanto odiaba ser despertada para ir al trabajo, recordó como caía su ropa suavemente al desvestirse para ir a dormir, recordo cada detalle tallado por el mismísimo Dios en todo su cuerpo, recordó cada discución, cada café en días frente a la chimenéa y hasta recordó la vez en la que ella ya no podía caminar.
Sus ojos rojos explicaban la desesperación y la impotencia ligada a la miseria de perder a alguien, se peleó con su mente, con su voz y con sus intentos de superarlo y al final cedió; No se rindió, se entregó. Quedó dormido en el sofá, como todos los aniversarios anteriores, pero esta vez su descanso llegaría.
Julio Orozco

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