viernes, 6 de noviembre de 2015

La Coartada

Nunca, en mi vida había hecho un interrogatorio como ese.
Ya llegando a media noche, yo estaba devanándome los sesos pensando en que decirle a en que información sacar sobre lo que había pasado 3 noches atrás.
Arturo, era impecable, elocuente, y tenía una reputación de escasas historias, era uno de esos vecinos a los que conoces solo por nombre y por su plástica amabilidad, pero de los que nunca logras saber, al menos eso decían los otros testigos, porque yo lo conocía desde hacía mucho tiempo atrás.
Si yo perdía la cordura y le pegaba en la cara, entonces lo perdería y le asignarían el caso a otra persona, pero no, yo siempre había sido un caballero incluso con gente como el. Debo admitir, sin embargo, que era desesperante ver a una persona así cerca de mi, alguien tan físicamente "normal" según los estándares y tan distante de lo que un ser humano podía ser.
Nunca me había tomado algo de manera personal, pero era la primera vez, ya que como un buen mentiroso, su tranquilidad era insana, antipolígrafos, y su risa era bastante audible. Le gustaba humillar a quien estuviera en frente, le gustaba probar su veracidad y puntos de forma inquebrantable.
- ¿Donde estuviste la noche del 20 de octubre a las 7:45 PM?
- ya te dije, en el estadio viendo el tan esperado juego de las estrellas. De hecho, puedo entregarte el boleto.
- Ok muéstrame.
sacó de la chaqueta, un papel arrugado que corroboraba lo que me estaba diciendo, pero ¿como creerle?
Esa noche, yo estuve a unos metros de su casa (mi madre vive en ese barrio) y lo que vi me impactó. Verlo a el saliendo de su vivienda con una inusual y nefasta cara que solo se ve en la cara de un hombre que acaba de rebajar su humanidad.
Ya mis compañeros de trabajo me empezaban a ver como un loco, y es que era normal, ya que mis ojos habían cambiado sus órbitas y el sudor se hacía más visible en mi frente.
"Repasemos de nuevo todo" pensé:
Lo vi salir de la casa blanca, con la camina desaliñada y un aspecto enfermizo. No obstante, fui el único testigo, y aparentemente eso no basta. El tiene la coartada perfecta y gente a su favor, además de que el cuerpo se encontraba sin marcas o heridas visibles.
Mientras pensaba todo esto, mi mente dio un giro y me empecé a preguntar: ¿ por qué sospechar de Arturo? ¿Por qué sabotearle la vida? ¿Por qué tenía la seguridad de que el había matado al señor Diógenes?
¿han sido tres noches largas cierto? Me preguntó Arturo, Sentí un frío en la espalda y rápidamente me di cuenta de que no había nadie, de que la habitación estaba vacía, y en verdad me parecía estúpido, extraño, pero al final cierto. Durante toda la conversación, nunca me atreví a mencionarlo...
Mi impulso fue sacar mi billetera de mi bolsillo trasero, y revisar la cédula. Pero a lo mejor fue la peor idea que pude haber tenido, porque cuando vi los números y la foto que en ella se encontraban, revisé por último el nombre, y estaba escrito: "Arturo Marquez Mejía".
El solo era un reflejo de lo que puede crear la desinhibición social.
Pero al menos, tenía las pruebas a mi favor.

Julio Mario Orozco Jervis

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