Y me sentí tan arruinado otra vez y lo miré con mucha vergüenza, la vergüenza de que recriminara el monstruo que soy, sentí mis recuerdos fluyendo por las arterias de mis ojos y estos picaban y estos dolían.
Me estrellé contra la realidad tantas veces, pero no como en las noches, no como en esa noche en especial.
Y empece a hablar con ese idiota, alto, de ojos hinchados y de mirada desdeñable y casi le rompo el alma, pero mis confesiones de amor propio me lo impedían de manera inexplicable, recaía, removía mis errores y caminaba bajo la mirada de mi techo blanco.
Ganas de romper las mayas y saltar me sobraban, pero el exorbitante referente de sequías emocionales seguía allí, exigiendome quedarme y terminar la conversación despreciable que me obligaba tener."NO" Clamé, No quiero Hablar contigo, ya me cansé de tratar de convencerme que de alguna manera desaparecerán tus ojeras y que de alguna manera tu rostro se verá mas pulcro. Pero el, seguía haciendo gestos que me obligaban a quedarme viendolo de frente, porque su aura misteriosa de complejidad siempre me obligaba a verlo.
Pude ser su amigo muchos años y lo fui, de hecho a veces me sentía orgulloso siendo su reflejo y sentía seguridad, pero esta noche, noche herida, le lancé un golpe y por fin se esfumó mi ser y por fin, el espejo roto yacía en el piso.
Julio Orozco
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