viernes, 15 de mayo de 2015

El autoestopiata

A las doce de la noche me gustaba salir de barranquilla para asegurarme de llegar a las doce del día a medellín.
Era solo una de esas noches normales de trabajo y me gustaba viajar acompañado de mi hermano Angel, quien a su vez me ayudaba a bajar la mercancía y con todos los otros trasteos de una noche y mañana de trabajo.
A las 2 de la madrugada, nos dimos cuenta de que estaba casi vacío el tanque, y llegamos a la primera bomba que encontramos, para surtir el auto de gaseosas, papitas y de cuanto dulce y seguir con el viaje usual.
Le dije al bombero que tanqueara con corriente y le entregué 100.000 pesos, mientras el los agarraba y sin saludar se dispuso a cumplir su labor, a su vez que Angel, ya se había bajado a buscar al minimercado de 24 horas las pequeñas meriendas para no morir de hambre en ese camino tan montañoso y nublado que nos esperaba.
Alguien toco la ventana, era un hombre bastante alto, vestido con saco y pantalones color gris, y unos zapatos de charol, que muy gastados se veian; el tipo era bastante amable, y cargaba el estuche de un violín; me saludó y se presentó diciendo que se llamaba Luis Gabriel Perez, y que solo necesitaba que lo llevara a unos 10 kilómetros donde decía vivir en una finca.
Me explicó que había estado toda la noche en una boda y que apenas se desocupaba a esa hora, pero que en ese momento no pasaba ningún transporte público.
Aunque usualmente no soy un hombre confiado, su frialdad y amabilidad, le daban la impresión de ser una persona que hablaba con la verdad y que tenía mucha educación, por ende le dije que se subiera.
El hombre me dijo que iría un momento al baño a lavar sus manos y dejó el estuche negro en el asiento trasero, cosa a la cual no le di mucha atención.
Mi hermano habiendo regresado del minimercado, se subió y le conté acerca del hombre que había solicitado nuestra ayuda, cosa a la que no respondió de la manera más alegre, pero bueno, era algo entendible, ya que nunca habiamos hecho algo así.
Ya habían pasado unos 40 minutos desde que el hombre había ido al baño, así que decidimos irnos y dejar que el buscara otra ayuda.
Angel david me decía con mucha rabia, lo estúpido que había sido y lo mucho que eso nos iba a retrasar el viaje, y tenía mucha razón en enfurecer de una forma tan explosiva, ya que necesitabamos llevar las maderas lo más temprano posible a medellín.
Ya habiendo llegado con 40 minutos tarde empezamos a sacar toda la madera y a guardarla en el camión que nos esperaba impaciente, pero, en ese momento,vi el estuche que el autoestopista había olvidado en el asiento trasero y me sentí con mucha pena y frustración, al saber que el vivía de esto, así que lo abrí a ver si encontraba algun numero de celular u otro dato personal para así devolverlo, pero, en ese momento un frio recorrio mi espina y me hizo temblar de la manera más perturbadora posible, al ver, que lo que había dentro no era un violín, sino, 10 dedos humanos en bolsas de ziploc, un cuchillo y una cuerda.

-Julio Orozco

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